jueves, 31 de marzo de 2022

Aventura amorosa

Fernando Pessoa

 

Fue en Barrow in Furness, que es un puerto en la costa occidental de Inglaterra. Allí, cierto día, después de un trabajo de arqueo, estaba yo sentado sobre un barril, en un muelle abandonado. Acababa de escribir un soneto –eslabón de una cadena de varios– en el que el hecho de estar sentado en ese barril era un elemento de construcción. Se me aproximó una muchacha, por así decir –alumna, según después supe, del liceo–, y entró en conversación conmigo. Vio que estaba escribiendo versos y me preguntó, como en estas ocasiones se acostumbra a preguntar, si yo escribía versos.

Respondí, como en estos casos se responde, que no.

La tarde, según su obligación tradicional, caía lenta y suave. La dejé caer.

Es conocida la índole portuguesa y el carácter propicio de las horas, independientemente de las índoles y de los portugueses. ¿Fue esto una aventura amorosa? No alcanzo a decirlo. Fue una tarde, en un muelle lejos de la patria; y hoy es, ciertamente, un recuerdo de oro oscuro. La vida es extremadamente compleja, y los azares son, a veces, necesarios. El cuento no tiene moral, desde el principio. El oro oscuro quedó húmedo y la tarde cayó definitivamente.

 

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