Victoria García Jolly
Las sirenas pueden ser bondadosas o perversas.
No importa si tienen cuerpos de gallina o colas de pez, todas viven frustradas al
no tener vagina. Viven permanentemente tristes e impenetradas a pesar de su rara
belleza. Su canto es una suerte de lamento para despertar la ternura, la admiración
o el deseo de los hombres. La dulzura que emana de sus voces demanda piedad y amor.
Pero, tarde o temprano, todo concluye en tragedia: sea con la muerte de los marineros
o con su eterna virginidad a cuestas. ¿Alguien las ha escuchado reír?
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