Harold Kremer
Querida Olga:
Sé que te extrañará
esta carta y todo lo que te voy a contar. Sé que llevo quince años contigo, que
eres buena mujer, que te quiero, que… vivimos momentos buenos y malos y que nunca
hemos estado mejor. Tenemos un buen apartamento, yo tengo trabajo, los niños son
una maravilla y entre tú y yo todo es armonía.
Pero hoy me
senté en la terraza a contemplar el atardecer. Bebía de mi cerveza y sonreía del
espectáculo. El roble de la avenida se veía imponente, el parque bullía de niños,
los cometas se hinchaban en el aire y los pájaros buscaban los nidos entre los árboles.
De pronto todo
eso me disparó una imagen que nunca te conté: de niño soñaba con ser un cometa o
un pájaro. No te lo conté porque es algo ridículo: los niños siempre quieren ser
astronautas, bomberos o policías. Yo quería volar, pero no dentro de un avión o
como astronauta. No. Yo mismo quería ser el pájaro o el cometa. Y en ese instante
empezaron a pasar las golondrinas. Millares y millares. Algo me impulsó a la azotea
y allí supe que podía ir tras ellas. Bajé rápido a escribirte esta carta. Allá veo
venir otra bandada. Me iré con ellas y creo que no volveré. Te quiero y besos a
los niños.
Pedro
PD: Si nada de esto funciona
por favor dile a los niños que resbalé de la azotea.
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