Guillermo Bustamante Zamudio
La
habilidad narrativa había salvado a Sheherezada de la costumbre capital del Califa.
Ahora era reina. Su erotismo, presente ya en sus relatos, colmaba al Califa. Pero
ella, que había contado mil y una veces las peripecias de las infidelidades, buscaba
en las largas noches de palacio, insinuando su cuerpo lascivo, al sirviente que
habría de satisfacerla secretamente. Cada vez, tras la batalla amorosa, pedía a
su compañero que le narrara una historia entretenida. Siempre le causaba gracia
no encontrar alguno que tuviera su don narrativo. Siempre, inexplicablemente se
enfurecía y cortaba la cabeza de su amante.
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