Slawomir Mrozek
–Separémonos –dije–. Ya está
bien de esta historia.
Llevamos juntos
mucho tiempo, hemos vivido juntos muchas aventuras, pero la cosa dura ya demasiado
y estamos hartos unos de otros. ¿Para qué ocultarlo? Yo ya no los puedo ver.
–Perdona –observó
el Zorro–. Pero soy yo quien no puede verte a ti. Ni a él tampoco –añadió indicando
al Gallo.
–Y yo ni a él
ni a ti –dijo el Gallo.
–Ya lo he dicho:
estamos hartos unos de otros. Así que la primera afirmación no excluye la segunda,
la segunda la tercera, ni la tercera la segunda y la primera. Lo importante es que
todos estamos hartos de nuestra compañía. Y por tanto sólo nos queda separarnos.
–Bien –admitió
el Zorro–. Pero ¿quién debe separarse de quién?
–Eso es –corroboró
el Gallo–. Y además, ¿quién se marchará primero?
–Nadie se marchará
primero. Nos marcharemos todos al mismo tiempo.
–Imposible –dijo
el Zorro.
–¿Por qué?
–Porque si todos
nos marchamos al mismo tiempo, ¿quién quedará para constatar que no estamos aquí?
–Eso es. Alguien
debe quedarse para constatarlo –salió en apoyo del Zorro el Gallo.
–Entonces me
quedo yo.
–Ah, no –se
opuso el Gallo–. ¿Tú te quedas aquí como si nada, mientras que yo tengo que marcharme?
Ni hablar.
–Tampoco sería
justo para mí –observó el Zorro.
–Entonces me
marcho yo y se quedan ustedes.
El Gallo miró
al Zorro y el Zorro al Gallo.
–¿Para seguir
viendo ese morro zorruno?
–¿Para seguir
viendo ese estúpido pico?
–Entonces quedémonos
todos juntos.
–Sí, es la única
solución –dijo el Gallo tras un momento de silencio.
–Sí, es la única
posibilidad –corroboró el Zorro después de reflexionar un poco.
–Pero entonces,
¿quién se marchará a otro sitio? –pregunté.
–No te preocupes
–dijo el Zorro–. Aunque aquí estaremos los tres juntos, nos consolará saber que
no lo estamos en otro sitio.
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