Sandra Cisneros
Cierra los ojos y se irán, dice su padre; y si no, es porque los estás imaginando.
Además, lo que tiene que hacer una mujer es dormir para despertarse pronto con su
estrella-tortilla, esa que sale pronto, justo a tiempo para subir y sorprender por
el rabillo del ojo las patas traseras que desaparecen detrás del fregadero, o debajo
de la tina de cuatro pies, o entre las tablas sueltas del suelo que nadie ha reparado.
Alicia, cuya mamá murió, lamenta que no haya nadie mayor
que ella para levantarse y preparar las tortillas de la fiambrera del almuerzo.
Alicia, que heredó el rodillo de amasar y el carácter somnoliento de su madre, es
joven y lista y acaba de empezar sus estudios en la universidad. Dos trenes y un
autobús, porque no quiere pasar toda la vida en una fábrica o detrás del rodillo.
Es una buena chica, mi amiga. Estudia toda la noche
y ve ratones, los mismos que según su padre no existen. Nada le da miedo, salvo
aquella piel con cuatro patas. Y el padre.
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