Max Aub
El cementerio está cerca. La uña del meñique derecho de Pedro Pérez, enterrado
ayer, empezó a crecer tan pronto como colocaron la losa. Como el féretro era de
mala calidad (pidieron el ataúd más barato) la garfa no tuvo dificultad para despuntar
deslizándose hacia la pared de la casa. Allí serpenteó hasta la ventana del dormitorio,
se metió entre el montante y la peana, resbaló por el suelo escondiéndose tras la
cómoda hasta el recodo de la pared para seguir tras la mesilla de noche y subir
por la orilla del cabecero de la cama. Casi de un salto atravesó la garganta de
Lucía, que ni ¡ay! dijo, para tirarse hacia la de Miguel, traspasándola.
Fue lo menos que pudo hacer el difunto: también es cuerno
la uña.
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