Rodolfo Luna
Como todas las mañanas sin escuela, Ángel visitó a su tío para que le contara
algo. Ese día lo acompañó David. Hechas las presentaciones los niños se sentaron
en el piso mientras el comerciante usaba el banco alto. La historia tenía un laberinto,
un monstruo que comía doncellas y muchachos, un héroe malagradecido, un barco con
velas negras. A poco Daniel se unió al grupo, después Fermín, Isidro, Felipe… Cuando
terminaron las vacaciones el hombre de la tienda suspiró aliviado al ver su mañana
por fin dedicada a los clientes. Esa tarde llegó David, tomó el banco alto indicando
el suelo con la mano y empezó a contarle al tío de su amigo la historia del minotauro.
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