Luis Alfonso Lofforte Columbié
El Quijote sonríe por primera vez en mucho tiempo.
Sancho se aterra porque sabe que, al final, su amo está loco. Rocinante se
resiste a seguir.
–¿Acaso había
visto algo tan hermoso, Sancho?
El escudero
está mudo.
–¡Mire los
molinos, Sancho, mire los molinos! ¡Cada vez están más cerca!
Sancho huye,
Rocinante enloquece, pero el Quijote no entiende qué hay de malo en tanta
belleza. Los gigantes, sin inmutarse siquiera, siguen su camino.
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