sábado, 17 de febrero de 2024

Prometeo y el águila

Kevin Fernández Delgado

 

En su lugar de condena, sujeto con las cadenas de Hefestos, está Prometeo.

Todos los días el águila viene y se come su hígado.

Pero, tras el banquete, ella va hacia la mano encadenada y se deja acariciar las patas y el plumaje. Luego sube a la cabeza del encadenado, y le pasa las plumas del ala por el rostro.

Sólo algunos días, cuando el águila se va, Prometeo grita y llora al imaginar que el ave pudiera estar comiendo otra cosa que sus entrañas. Y el sonido de su sufrimiento conmueve a los dioses.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario