Julio Torri
¡Circe, diosa venerable! He seguido
puntualmente tus avisos. Mas no me hice amarrar al mástil cuando divisamos la
isla de las sirenas, porque iba resuelto a perderme. En medio del mar
silencioso estaba la pradera fatal. Parecía un cargamento de violetas errante
por las aguas.
¡Circe, noble diosa
de los hermosos cabellos! Mi destino es cruel. Como iba resuelto a perderme,
las sirenas no cantaron para mí.
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