Enrique Anderson Imbert
Odiseo
fue el primero en contarlo, pero la verdad es que, antes de conocer a Odiseo,
ya Circe había avisado a Jasón que tuviese cuidado al pasar por la isla de las
sirenas: con sus cantos lo harían arrojarse al mar, a menos –le dijo– que se
tapara con cera los oídos u ordenase a los argonautas que lo ataran al mástil.
Jasón no quiso cuidarse. Las sirenas, al verlo tan jactancioso, no le cantaron,
y así, cruelmente, lo dejaron sin nada que decir.
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