Luis Vidales
Cuando
me lo presentaron le dije con inquietud:
–¿Pero qué hizo usted su ángulo facial?
La boca, la nariz, los ojos, las orejas,
fuera de su sitio, aparecían amontonados en su rostro.
–Señor– me dijo el hombre de boca
vertical–. Una vez un prestidigitador me escamoteó el ángulo.
Desde entonces sé que como los paraguas
los rostros tienen un armazón. Y que la armazón de los rostros es el ángulo
facial.
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