domingo, 15 de mayo de 2022

La cueva de Platón

Enrique Anderson Imbert

 

El símil de la cueva, en Platón (República, VII), podría contarse de otra manera.

Esos hombres han vivido encerrados en una cueva subterránea, de espaldas a una fogata, creyendo que las sombras que veían moverse sobre el muro de enfrente eran las únicas cosas existentes. Cuando conversaban no se ponían de acuerdo sobre el nombre y sentido de cada sombra. De súbito, no uno, sino todos los cavernícolas se libran de sus cadenas, se ponen de pie, giran la cabeza, descubren la fogata, siguen, suben, salen al sol. Después de un rato alguien los aprisiona y vuelve a sujetar en la posición de antes. Ahora, desdeñosos de las sombras, que saben irreales, conversan sobre la espléndida realidad que acaban de ver: tampoco se ponen de acuerdo en sus recuerdos de la luz.

 

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