Carlos Alberto Agudelo Arcila
“Los dos debemos morir a la vez”, le dijo
él a ella. “Recuerda que fue nuestro sagrado compromiso ayudarnos el uno al otro,
el otro al uno”, le dijo él a ella.
“Sí, pero yo amo a otro,
y mi compromiso ahora es con él”, le dijo ella a él, “y tú debes morir solo, sin
embargo por fidelidad a cuanto nos dijimos, mi deber es ayudarte”.
El ingenuo hombre la
escuchó sorprendido, mientras ella tranquila fue hasta la gaveta del nochero, sacó
el revólver, lo miró y con un poco de compasión apuntó bien. Ambos sonrieron.
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