Virgilio Díaz Grullón
Cuando
el siquiatra le explicó que sufría de un desdoblamiento de la personalidad,
rechazó completamente tan absurda idea. Pero, ya de regreso a su casa, comenzó
a tener experiencias extrañas. Dos personas conocidas le saludaron con un
nombre que no era el de él y otras dos, desconocidas, le dirigieron al cruzarse
en su camino torvas miradas de rencor. Al llegar a su casa trató de abrir la
puerta y la cerradura no respondió al estímulo de su llave. Oprimió entonces el
timbre y, al entreabrirse la puerta, vio asomarse el rostro de su madre con una
mirada de desconfianza y de tan absoluto desconocimiento que lo dejó
paralizado. Convencido ya de que no era él mismo, retornó corriendo al
consultorio del siquiatra para reclamarle la devolución de su otra
personalidad. Pero fue inútil su esfuerzo, porque este tampoco lo reconoció y
lo envió directamente al manicomio con una pareja de policías.
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