jueves, 26 de mayo de 2022

¿Durmió bien el señor?

Víctor Roura

 

Ella me despertó. Fui directo al baño. En la tina estaba un hombre.

–Buenos días –dijo, echándose champú en el cabello.

No contesté. Regresé a la recámara, a buscarla; mas ya no estaba. Oí risas en la cocina. Me fui acercando lentamente. Al asomarme, la vi preparando un licuado. Otro hombre le iba pasando los blanquillos. Se veían divertidos. Decidí irme de su casa, sin explicaciones. Me vestí con prontitud. Agarré mi fólder y mi libro. Al abrir la puerta, un muchacho, amable, me condujo hasta la esquina. En el camino sólo hizo una pregunta:

–¿Durmió bien el señor?

Me incomodó. No le respondí. Al llegar al final de la calle, detuvo un taxi.

–Viajo en Metro –balbucí.

Pero no hizo caso.

–La señorita costea su viaje –dijo.

Prácticamente me empujó adentro del taxi. Ya en mi asiento, volteé a verlo. Se despedía de mí con una sonrisa angelical.

–Simpático el mozalbete –dijo el taxista.

Asentí.

–¿Donde siempre, señor? –interrogó el conductor.

Sólo dejé soltar mi cuerpo en el asiento. El colmo. En mi vida había visto al taxista.

–Aún no le indico –precisé, molesto.

Lo miré por el espejo retrovisor. Casi puedo jurar que iba tarareando una canción.

–Tengo órdenes concretas –dijo.

Ahora silbaba con fuerza una rola. Era “Michelle”, de los Beatles.

–Lo siento –dijo.

Me pareció que en sus palabras había mordacidad. Empecé a preocuparme. En el primer semáforo en rojo abrí la puerta y me bajé corriendo. Una, dos, tres cuadras. En la cuarta calle tropecé con una señora. Mi fólder se cayó al suelo. Los papeles volaron. La dama se agachó a recogerlos.

–Perdóneme –dijo.

Nos fuimos caminando juntos. Yo sudaba.

–¿Tiene algún problema? –preguntó.

Le conté los sucesos.

–¿No conocía a la señorita?

–Era la tercera vez que me quedaba en su casa –dije.

Movió la cabeza para indicar que no estaba de acuerdo. En el primer restaurante nos metimos. El reloj marcaba diez para las once de la mañana.

–Le estoy quitando el tiempo –dije al sentarnos.

Dijo que no. Que había salido de su hogar porque su esposo descansa los martes y no soporta verlo todo el día.

–Le dije que iba de compras…

En ese momento de entusiasmo, le propuse que nos fuéramos al Desierto de los Leones. Dudó. Sin embargo, también ella tenía ganas de hacer algo fuera de su rutina diaria. Se notaba. Dijo que le tendría que avisar a su marido. Se levantó y fue a telefonear. Hizo dos llamadas. La vi retornar.

–Asunto arreglado.

Al tomar un taxi, ella cambió de planes.

–A Ciudad Satélite –ordenó.

Me guiñó un ojo. Incliné la cabeza en el respaldo del asiento. Estaba cansado. Recordé que tenía que escribir un artículo para la revista Casa del Tiempo. Me angustié. La noche anterior casi no dormí. Cerré los ojos. Seguramente me adormecí un rato, porque al abrirlos ya estábamos bajando del coche. Frente a una casona de Satélite.

–Es de mi hermana que vive en Tamaulipas –dijo.

Entramos. No había nadie.

Nos servimos un par de cubas. Puso un disco de Los Panchos. Le subió al volumen y me jaló rumbo al patio. Había una enorme piscina. De pronto el ánimo se me volvió a subir a la cabeza. Nos metimos al agua. Estaba tibia. Le pregunté su nombre.

–Abril Nava –dijo.

Me acerqué un poco más. Le di un beso. Me recordaba a Blondie, sólo que con el cabello más abultado. Blondie, la cantante de rock.

–Ya me lo habían dicho –dijo.

Rio.

Nos servimos otros rones.

Salí de la piscina y me recosté en el pasto.

Cuando desperté, ya era de noche. Estaba en una cama redonda de agua.

–¡Abriiiiiiiiil! –grité.

Nadie contestó. Había un pesado silencio. Me levanté. Fui directamente al baño. En la tina estaba un hombre.

–Buenas noches –dijo, enjabonándose los hombros.

Regresé a la recámara. Me pareció oír risas en la sala. Bajé. La vi sirviendo una cuba. Sentado estaba otro hombre. Ambos reían. Agarré mi fólder y mi libro, pasé junto a ellos, saludé y salí. Atravesé el patio. Al abrir el portón, un muchacho, amable, me condujo hasta la esquina.

–¿Durmió bien el señor? –preguntó.

No pude reprimir un largo bostezo.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario