Slawomir Mrozek
–Me
quedo con este –dijo el comprador en inglés, señalando al semental.
–Dice que se queda con este –traduje al
director de la caballeriza, de acuerdo con mi papel de intérprete.
–Imposible, ya está vendido.
–Mentira, no estoy vendido –dijo el
caballo en nuestra lengua.
–¿Qué ha dicho? –preguntó el comprador.
–No importa –dijo el director–. A veces
desvaría.
–O este o ninguno –se obstinó el
norteamericano–. Es un hermoso caballo y además sabe hablar.
El director de la caballeriza me llevó
aparte.
–Este en concreto no lo puedo vender,
porque no es un caballo.
–¿Y qué es entonces?
–Dos agentes del servicio secreto de los
tiempos de antes de la Revolución, disfrazados de caballo. Cada vez que nuestro
generalísimo quería dar un paseo a caballo, los montaba a ellos, es decir a él.
Protección personal.
–¿Y qué es lo que hacen aquí todavía?
–Se esconden. Verá: ahora, después de la
Revolución, los agentes de los servicios secretos no tienen la vida fácil.
Mientras tanto el caballo-no-caballo se
había acercado a nosotros.
–No sea pendejo –le dijo al director–. Para
nosotros es la única oportunidad de llegar a Estados Unidos.
–¿Este caballo habla también en rumano? –preguntó
el norteamericano, acercándose a nuestro grupo.
–No, sólo en polaco. ¿Por qué lo pregunta?
–Soy representante de una organización que
ayuda económicamente a los países de la Europa del Este. Este caballo lo
enviaremos a Rumania como semental para mejorar la raza.
–Entonces, muchas gracias –dijo el caballo
y se alejó.
–¿Qué ha dicho? –me preguntó el
norteamericano.
–Que vuelve en seguida –mentí. Al fin y al
cabo, son asuntos nuestros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario