Slawomir Mrozek
Me
enamoré. Pero no tuve valor para declararme, porque soy enclenque y les parezco
poco atractivo a las mujeres. Por eso decidí desarrollar primero mi cuerpo y
luego declararme.
Trabajamos el cuerpo haciendo ejercicios
que consisten en levantar pesas. Sujetamos la pesa con el pulgar y el índice,
la levantamos y, mediante una contracción del bíceps, la elevamos hasta la
altura de la laringe. La última fase del ejercicio consiste en inclinar el
cuerpo hacia atrás, lo cual aumenta la elasticidad de la columna vertebral,
concretamente de las vértebras cervicales. Si el ejercicio se realiza
correctamente, debe oírse un leve gorgoteo.
Unos cuantos ejercicios como estos bastan
para que la sangre circule más deprisa por las venas y los ojos brillen.
Cuando todavía era novato, empecé con
pesas de cincuenta gramos. En poco tiempo, mis bíceps aumentaron de volumen y
me pasé a las pesas de cien. Al mirarme en el espejo, noté también cambios
beneficiosos en la nariz, que había crecido y adquirido un saludable color
rosado. Trabajé mi cuerpo con perseverancia, aunque de vez en cuando acusaba el
cansancio, en particular la mañana siguiente de la sesión de gimnasia.
Finalmente llegó el día en que podía
declarármele sin complejos a mi amada. Primero ensayé mucho con un colega del
club y, al rayar el alba, fui a casa de la chica. Me desnudé delante de la
puerta, tensé los músculos y llamé al timbre.
¡Quién es el guapo que comprende a las
mujeres! Se negó a recibirme. Tal vez me equivoqué de puerta.
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