Fernando Pessoa
Se
cruzó conmigo, vino a mi encuentro en una calle de la Baixa, aquel hombre mal
vestido que tiene la profesión de mendigo retratada en la cara, que me es
simpático y al que soy simpático; y en reciprocidad, con gesto de largueza,
desbordante, le di cuanto tenía… excepto, naturalmente, cuanto tenía en el bolsillo
donde llevo más dinero: no soy tonto, ni novelista ruso en ejercicio, y
romanticismo sí, pero poco a poco…
¡Pobre Álvaro de Campos, tan aislado en la
vida, tan depresivo en las sensaciones! Pobre de él que, con lágrimas
auténticas en los ojos, dio hoy, con gesto de largueza liberal y moscovita,
todo cuanto llevaba en el bolsillo donde lleva poco, a aquel pobre que no es
pobre, al de los ojos profesionalmente tristes.
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