Jaime Alberto Vélez González
Las falsas ovejas pueden producir
tanta lana como las demás, y a los ojos de cualquiera parecen mantenerse
satisfechas de la vida anodina del rebaño. Estas ovejas se distinguen del resto
en que nunca se les ocurre balar por propia iniciativa, sino después de recibir
autorización de las demás.
Si fueran
verdaderas ovejas, pertenecerían al montón, sin más ni más, pero ellas están
preocupadas por realizar a la perfección una medianía que el resto alcanza sin
darse cuenta. Las falsas ovejas, pues, se distinguen por el esfuerzo que
realizan para llegar a ser auténticas, y esto las obliga a rozarse unas contra
otras, a mantenerse unidas en busca de un contagio que, pese a todo, no logran.
Muy a su pesar, las falsas ovejas forman un rebaño aparte.
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