Alberto Esquivel
Amigo Mío, usted me cae bien porque es inteligente, presta atención, no le
da miedo mi palabra como a unos políticos que ahora estaban celebrando en un bar
el triunfo en las elecciones y hablaban del pueblo por aquí y el pueblo por allá
y apenas me les acerqué les parecí feo, les olí maluco, se sintieron amenazados
y ordenaron sacarme. Yo hablo veinte idiomas desde el italiano al japonés, puedo
dictar cualquier conferencia porque soy creativo, ilustrado, espiritual, divertido,
detallista, excelente profesor, fluido de palabra y entendido en el amor. Le puedo
recitar la mayoría de los poemas que se han escrito sobre la tierra, hablar de casi
todas las películas que se han filmado, recordarle canciones y hacerlo vibrar con
los pasajes de algunos dramas que han conmovido la sensibilidad humana. Soy bueno
para dibujar una tormenta en un arrecife y gritar dentro del agua, arrancar melodías
de antiguos instrumentos y sembrar una que otra flor. Soy un alma empecinada en
cuestionar el orden establecido, le puedo quebrar una ley, violar una prohibición,
los imposibles para mí no existen. Le resuelvo ecuaciones matemáticas, las soluciones
en química las inventé yo, ayudé a Einstein a desarrollar sus teorías, pero, Amigo
Mío, me tengo que despedir, sólo necesito que me regale mil pesitos para comprar
un café con pan.
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