martes, 30 de agosto de 2022

Alas

Enrique Anderson Imbert

 

Yo ejercía entonces la medicina en Humahuaca. Un tarde me trajeron un niño descalabrado; se había caído por el precipicio de un cerro. Cuando para revisarlo le quité el poncho vi dos alas. Las examiné: estaban sanas. Apenas el niño pudo hablar le pregunté:

–¿Por qué no volaste, m’hijo, al sentirte caer?

–¿Volar? –me dijo– ¿Volar, para que la gente se ría de mí?

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario