Luis Vidales
Tomó
el diario. Leyó: “El señor N. N. descansó en la paz del Señor”. Se tomó el
pulso. Nada. Se palpó el pecho. Estaba frío. Sintió una absoluta indiferencia.
Tiró el diario y volvió a meterse en la cama, más, pero muchísimo más
indiferente que nunca.
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