Elías Moro
Como
cada noche, ya está aquí de nuevo mi torturador. Aunque a primera vista, y dado
su aspecto inocente, nadie lo diría, os puedo asegurar que es un sádico
redomado.
Ahora está desenroscando lentamente su instrumento
preferido, el que me hace temblar nada más verlo. No es el único, por supuesto,
pero es con este con el que con más frecuencia y rigor ejercita sobre mí con
lacerante torpeza lo que él denomina, sin empacho ni remordimiento de
conciencia algunos, “mi secreta vocación”.
¡He visto a tantos de mis hermanos sufrir
espantosamente bajo su crueldad!
Cuando acabe conmigo, lo sé, estaré lleno de sangre
negra, de palabras muertas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario