Juan-Jacobo Bajarlía
Hay árboles que hablan y hay árboles que formulan enigmas. En mi cuaderno de
apuntes tengo algunos ejemplos que probarían esta monstruosidad. Pierre Desvignes,
canciller de Federico II (siglo XIII) acusado injustamente de traición, fue condenado
a perder sus ojos. Sobrevivió al suplicio. Pero ya en la prisión, golpeó su cabeza
contra los muros hasta quitarse la vida. Con éste hablará el Alighieri en un bosque
cuyos árboles eran las estructuras de los que un día eligieron el suicidio. Metamorfosis
de los violentos contra sí mismos (Inf. 33/151).
Los que creen que esto es una ficción, no han podido explicar
por qué Charles Sorel en el siglo XVII habló con su hermano suicida dirigiéndose
a un árbol tres días después del fallecimiento. Este árbol le reveló el secreto
del suicida y de la traición que acechaba al mismo Charles Sorel si no mataba en
duelo a su propio padre, casado incestuosamente con su hermana, y de los cuales
descendían ellos. El duelo se realizó. Pero Charles Sorel fue vencido y murió decapitado.
El padre lo había traicionado denunciándolo a los “cazadores de brujas”. Pero al
día siguiente el progenitor fallecía envenenado con arsénico. La madre incestuosa
sobrevivió un año y después murió de cierto “ataque a la sangre” cuando atravesaba
un puente. Nadie pudo descifrar el misterio de estas muertes imprevisibles. Pero
el árbol suicida siguió emitiendo extraños sonidos hasta que los vecinos de Fontembleau
resolvieron prenderle fuego y acabar con lo que denominaban “el hechizo del siglo”.
El segundo ejemplo está extractado de las primeras líneas
del Hay Benyocdán (siglo XII) de Abentofail. Es una cita de Almasudí en la
que se habla de un árbol de la India que en vez de frutos producía mujeres a las
que éste llama las niñas del Uac Uac. Los escoliastas, siguiendo el árabe
Albiruní, nos informan, en cambio, de un árbol que crecía en la isla de Uac Uac,
cuyo fruto tomaba la forma de una cabeza de mujer que se expresaba a través de un
grito monosilábico en que repetía su uac uac. Otra leyenda árabe posterior
(siglo XIII) aseguraba que la cabeza era la Esfinge arbórea que interrogaba sobre
el misterio de la vida en la esperanza de que alguien advirtiera la vacuidad de
los instintos. Nadie pudo contestar el enigma, y el fruto con cabeza de mujer no
pudo ser fecundado y se marchitó.
Por la misma fecha, cuando las Abil Leylah wa leylah (Las
mil noches y una noche) llegaban a su redacción definitiva entre 1475 y 1525
(habían arrancado del Hezar Efmmeh o Mil cuentos, en el siglo VIII)
hallamos, en la historia de Scheherazada, otro ejemplo de árboles parlantes. Es
el relato en el que la vieja dice a Farizada que su vivienda admirable carecía de
tres cosas importantes: el pájaro que habla, el agua de oro y el árbol que canta.
Bachman, hermano de Farizada, sale en busca de estas tres maravillas, internándose
en un sendero escalofriante, sembrado de piedras y voces amenazadoras, por cuya
línea hay que avanzar sin retroceder para no petrificarse. Cuando halla el árbol
que canta confirma lo que la vieja le había dicho a Farizada. Las hojas del árbol
eran otras tantas voces que producían “armonías incomparables”.
El cuarto ejemplo pertenece a la ciencia-ficción. Alguna vez
lo he mencionado al referirme a los sueños interplanetarios. Lo vivió en la imaginación
Cyrano de Bergerac al escribir Les voyages aux États de la Lune et du Soleil
(1643). La obra fue escrita cuando éste tenía veintitrés años y ningún rival
que pudiera oponérsele a lo que él llamaba la hoja centelleante al aludir
a su espada. Describió sus viajes oníricos a la Luna y el Sol. Describió el primer
solnizaje del hombre demostrando que el Sol estaba poblado de manchas donde
era posible detenerse sin temor al fuego. Pero advirtió que en ese astro existía
algo así como la memoria del mundo que se manifestaba a través de estructuras arbóreas
inverosímiles cuya voz era semejante a la del hombre. Cyrano, lleno de asombro,
midiendo su propia finitud, habló con ellos. Dialogó sobre el misterio que persigue
al hombre. Formuló preguntas y obtuvo las respuestas. Pensó posiblemente que el
ser humano era un árbol parlante que en vez de crecer y morir en profundidad, crecía
y se perdía en las alturas.
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