lunes, 29 de abril de 2024

El maltratado

Wimpi

 

Licinio Arboleya estaba de mensual en las casas del viejo Críspulo Menchaca. Y tanto para un fregado como para un barrido.

Diez pesos por mes y mantenido. Pero la manutención era, por semana, seis marlos y dos galletas. Los días de fiesta patria le daban el choclo sin usar y medio chorizo.

Y tenía que acarrear agua, ordeñar, bañar ovejas, envenenar cueros, cortar leña, matar comadrejas, hacer las camas, darles de comer a los chanchos, carnear y otro mundo de cosas.

Un día Licinio se encontró con el callejón de los Lópeces con Estefanía Arguña y se le quejó del maltrato que el viejo Críspulo le daba. Entonces, Estefanía le dijo:

–¿Y qué hacés que no lo plantás? Si te trata así, plantalo. Yo que vos, lo plantaba…

Esa tarde, no bien estuvo de vuelta en las casas, Licinio –animado por el consejo del amigo– agarró una pala, hizo un pozo, planto al viejo, le puso una estaca al lado, lo ató para que quedara derecho y lo regó.

 

A la mañana siguiente, cuando fue a verlo, se lo habían comido las hormigas.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario