Mauricio Cabrera
Nada novedoso ocurrió
este día. Volvimos a perder y los periodistas insisten en que no estoy
capacitado para dirigir a un equipo de la Primera División profesional. Tal
parece que ya se les olvidó que ellos fueron los que alabaron mi nombramiento
como timonel al haber sido un símbolo del equipo al que ahora dirijo. Me da
risa recordar que me consideraban como “un hombre preparado y con el carácter
requerido para triunfar en la dirección técnica”. No cabe duda de que la
memoria es flaca; les basta con cuatro derrotas consecutivas para asegurar que
la dirigencia se equivocó al confiar en mí y que mi debut como estratega en el
máximo circuito se dio de manera prematura y poco acertada. Pobrecillos de
estos personajes, se sienten dueños de la verdad absoluta y redactan sus
artículos con base en lo que les conviene, dejando de lado el juicio que ellos
mismos defendieron con anterioridad.
Pese al incesante acoso de los medios de
comunicación, me siento tranquilo porque el presidente bajó a los vestidores al
finalizar el partido y me reafirmó su confianza en que las cosas cambiarán de
rumbo y que lo que estamos viviendo no es más que un proceso de adaptación al
sistema táctico que estoy imponiendo. Yo también lo creo. El equipo muestra
mayor coordinación, los jugadores saben qué hacer con la pelota y sólo nos ha
faltado fortuna a la hora de concretar. Lástima que Valdez no ha podido ser tan
contundente como acostumbra. Hablé con él y me comentó que no sabe lo que le
pasa, pero que tarde o temprano saldrá del bache en el que está inmerso. Espero
que así sea, porque la situación empieza a ponerse difícil.
Al llegar a casa preferí encerrarme en mi estudio
y evitar ver la televisión, pues ya estoy harto de que en todos los programas
se haga mención del “pésimo” papel que estoy realizando. Aunque debo reconocer
que, de acuerdo a los resultados, razón no les falta.
El día transcurrió sin mayores contratiempos.
Mientras que decidí otorgarles descanso a mis jugadores y permitirles pasar
tiempo con su familia, yo me dediqué a observar videos del partido y a sacar
algunas conclusiones. En definitiva, Moreno requiere mayor carácter para ser el
líder que necesitamos en la zaga central; Pineda tiene que ser menos desidioso
y comprender que su amplia trayectoria no le garantiza el éxito. Espero que con
el baile que le dio Bermúdez le sea suficiente para cambiar de actitud. De lo
contrario, tendré que tomar la decisión de enviarlo al banquillo y darle la
oportunidad a uno de los tantos jóvenes de nuestras fuerzas básicas.
Seguramente Castro me dirá que voltee a la banca, pero sé que no daría
resultado, pues durante la pretemporada lo intentamos y lo único que obtuvimos
fueron derrotas.
Desconozco la razón, pero hay ocasiones en las
que quisiera regresar en el tiempo y volver a ser el ídolo de la afición, el
jugador al que todos los medios quieren entrevistar, el futbolista al que le
ensalzan sus virtudes al grado de hacerlo parecer un ser extraordinario. No
niego que en el presente también me buscan. La diferencia radica en que ahora
lo hacen para preguntarme sobre mi próximo cese o para conseguir mi renuncia
anticipada y así tener la exclusiva.
El trabajo fue sumamente productivo. Noté a los
muchachos con ganas de salir adelante. Se brindaron al máximo en cada uno de
los ejercicios que se les ordenaron. A Moreno lo observé avergonzado consigo
mismo. Lo llamé aparte, le pedí que no se diera por vencido y le comenté que es
precisamente en los momentos adversos cuando los grandes salen adelante y
demuestran sus virtudes. Mis palabras no parecieron motivarlo demasiado, sin
embargo, cambió de expresión y estuvo más concentrado en su labor. Al finalizar
el entrenamiento, les solicité a los integrantes del sector ofensivo que
practicaran tiros de media y larga distancia. Me dio coraje ver que Valdez y
Rodríguez vencían a Mendoza con una facilidad increíble, poniendo la pelota
justo en el ángulo y dando cátedra de su capacidad. Si hicieran eso en los
compromisos oficiales estaríamos hablando de otra realidad. Pero los
futbolistas son así: tan impredecibles como contradictorios. Y no los puedo
culpar, yo también llegue a actuar de esa forma en mis inicios. Sorprendía en
las prácticas y desilusionaba en los partidos.
Por la tarde sostuve una plática con mis
asistentes para planear la estrategia a seguir en el cotejo del sábado.
Mientras se efectuaba esta reunión, dejé a los jugadores a cargo de Martínez,
quien tenía ideada una fuerte sesión física. Lo conozco y sé que es demasiado
exigente, pero lo permito porque es un hombre profesional, que conoce los
terrenos que pisa y que hace todo por el bienestar de nuestros elementos. En
este renglón no puedo tener queja alguna. Así que mejor me pongo a pensar en lo
futbolístico.
Los avances son evidentes. Estoy convencido de
que el trabajo táctico y estratégico ha sido bien asimilado por los jugadores.
La tensión que alcanzaba a percibir en algunos de ellos a la hora de recibir
instrucciones ha cambiado por expresiones de confianza y creencia en lo que
estamos realizando. Para un técnico no hay nada más gratificante que el sentir
a sus pupilos con el compromiso de responderle, siempre y cuando dicho
compromiso se encuentre basado en la convicción y no en la autoridad impuesta desde
el escalón más alto de la directiva. Me siento optimista y sé que este fin de
semana podemos lograr la victoria que tanto necesitamos para aligerar la
presión en nuestra contra y para poder trabajar con mayor tranquilidad. Si la
maldita prensa supiera entender la importancia de laborar en un ambiente de
calma e intimidad no estaría jodiendo a diario con las mismas preguntas ni
recibiendo las mismas respuestas. A veces me pregunto de dónde quieren
conseguir la nota de ocho columnas si son tan poco pensantes que sus
entrevistas ya nos las sabemos de memoria. Al menos eso facilita nuestra labor,
pero me agradaría poder evitar esa rutina y tener más tiempo para explicarle a
mi equipo el porqué jugaremos con tres centrales el sábado y no con dos, como
habitualmente lo veníamos haciendo.
Se supone que en mi diario sólo relato aspectos
concernientes a mi labor profesional, sin embargo, no puedo dejar de recordarme
que tengo vida personal y que mi familia espera pacientemente a que llegue para
cenar juntos. Aunque nunca se los he dicho, espero que sepan que es el instante
que más valoro en mi vida y que si me hicieran falta nada tendría sentido, ni
siquiera el futbol.
La conformación del once titular para el
enfrentamiento del sábado quedo plenamente realizada. Decidí no darla a conocer
ni a la prensa ni a los propios jugadores, para que se mantengan a la
expectativa y sientan deseos de que llegue el momento de jugar contra nuestro
siguiente rival. Pese a los malos resultados, el equipo sabe que puede enmendar
el camino y que no hay nada más efectivo para curar las enfermedades que nos
aquejan que el trabajo diario. Soy un convencido de que este jueguito llamado
futbol se comienza a ganar desde los entrenamientos y que lo que se ve sobre la
cancha no es sino el reflejo de la seriedad con la que se laboró entre semana.
En el interescuadras, disputado entre los
supuestos titulares y los suplentes, los primeros vencieron a los segundos por
cinco goles a tres. El partido fue un verdadero desastre. Valdez desempeñándose
como arquero es un simple adorno; Mendoza en el ataque sueña con ser Higuita,
pero apenas y alcanza a lanzar un disparo certero; Rodríguez como defensa es un
buen delantero, pues siempre que quería despejar la pelota terminaba por
generar peligro en su propia puerta, siendo la burla constante de sus compañeros.
La cascarita cumplió con su cometido: relajó al conjunto y lo llevó a ver la
rutina como una actividad que también se puede disfrutar, algo sumamente
valioso para personas que, con el paso del tiempo, llegan a identificar al
juego como una rutina y se olvidan de su esencia.
El viaje que nos trajo a Guadalajara fue
tranquilo y benéfico. Durante el trayecto, dialogué con mi cuerpo técnico.
Martínez me ratificó que todos están en excelentes condiciones y que por ese
lado puedo estar tranquilo. Castro terminó de anotar sus observaciones sobre el
rival y me hizo dos apreciaciones sobre la forma en la que debemos atacar:
recurrir a la velocidad de nuestros extremos y aprovechar que su contención
está ligeramente tocado por una patada recibida el fin de semana anterior.
Aproveche el vuelo para conocer a mis jugadores. Balbuena jugaba con su
computadora portátil y parecía que nada le importaba, ni siquiera los ronquidos
de Méndez, que hubieran impacientado a cualquiera. Pineda, como siempre, tenía
cara de pocos amigos y se limitaba a mirar hacia el exterior.
En ocasiones, me resulta lamentable el darme
cuenta de que las constantes ocupaciones de un estratega a nivel profesional no
le permiten ser parte integral de la vida de sus dirigidos. Si pudiera conocer
las razones por las que un futbolista se comporta de tal o cual forma podría
adoptar mecanismos personalizados y aplicarlos de acuerdo al perfil de cada uno
de los pupilos. Por ahora, y con el importantísimo duelo que tenemos en puerta,
basta ya de escribir sobre lamentaciones.
Arribamos al hotel a las seis de la tarde. Di la
indicación de que bajaran a cenar dos horas más adelante, tiempo en el que mis
asistentes y yo preparamos lo concerniente a la sesión de video, misma que se
realizaría al finalizar la degustación de alimentos. Todos estuvieron puntuales
en el restaurante. La comida no fue nada especial, pero era suficiente para
saciar el hambre y concentrarnos en lo realmente importante. Durante noventa
minutos analizamos a profundidad los movimientos del contrincante e hice énfasis
en aquellos puntos que consideraba primordiales para lograr vencer a un equipo
que estaba invicto como local.
Me llama la atención que mi vasta experiencia en
el balompié no sea motivo suficiente para olvidar la tensión del día previo a
una contienda. Probablemente esta sea la razón de que sea precisamente hoy
cuando mi diario es un poco más preciso y hasta cierto punto aburrido. Tengo
plena certeza de que si mañana leo lo que escribí me voy a preguntar el porqué
hice mención de aspectos de interés menor. Siempre me sucede lo mismo…
Hay quien dice que en la victoria se olvidan las
penas y los problemas, que los triunfos saben a gloria y que nada importa
cuando se es vencedor. Nada tan falso como lo anterior. Mi equipo obtuvo la
victoria con gol de último minuto. Tengo la jugada tatuada en la mente:
Rodríguez entra correctamente por la banda derecha, se quita a dos defensores,
enfila a línea de fondo y saca la diagonal de la muerte, misma que es bien
aprovechada por Valdez, que, de esta forma, termina con su ayuno de goles y
sella nuestros tres primeros puntos de la temporada. La alegría en el rostro de
mis jugadores y en el interior de mi persona era evidente. Acababa de conseguir
el triunfo inicial de mi carrera como director técnico y estaba seguro de que
era el principio de algo grande en compañía del club al que tanto he amado. Mi
seguridad se desvaneció más rápido de lo esperado. El mismo presidente que me
había asegurado amor eterno y lealtad entró a los vestidores, me miró con
mirada seria, cometió el cinismo de felicitarme por la obtención del triunfo y,
como si fuera cualquier cosa, me anunció que ese había sido mi último cotejo
como timonel de la institución a la que le entregué más de veinte años de vida.
Este día quedará grabado en mi memoria. Espero seguir escribiendo un libro
personal con contenido futbolístico, pero jamás volverá a ser tan gratificante
como cuando esa historia estaba ligada a los colores que llevo impresos sobre
la piel.
No hay comentarios:
Publicar un comentario