David Lagmanovich
Ella
movió una pieza y de inmediato se mordió el labio inferior, como lamentando el haber
hecho esa jugada. Él lo notó y, además de apreciar lo bonita que estaba su compañera
de juego, hizo una movida que no aprovechaba el error de ella y, por el contrario,
le daba una oportunidad de repararlo. Ella desconfió de la facilidad que se le ofrecía
y movió otra pieza en forma que parecía muy poco meditada. Una vez más, él hizo
una jugada inconsecuente, y entonces ella, con una sonrisa malévola, encerró la
dama de él y en la siguiente movida la tomó. Él abandonó la partida con un suspiro
que quería decir muchas cosas. Ahora estaba seguro de que en el otro juego, aquel
que verdaderamente le interesaba, tampoco habría de ganar.
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