Enrique Anderson Imbert
El poeta la vio pasar,
aprisa; y aprisa corrió tras ella y se quejó:
–¿Y
nada para mí? A tantos poetas que valen menos ya los has distinguido: ¿y a mi
cuándo?
La
Fama, sin detenerse, miró al poeta por encima del hombro y contestó sonriéndole
mientras apresuraba la carrera:
–Exactamente
dentro de dos años, a las cinco de la tarde, en la Biblioteca de la Facultad de
Filosofía y Letras, un joven periodista abrirá el primer libro que publicaste y
empezará a tomar notas para un estudio consagratorio. Te prometo que allí
estaré.
–¡Ah,
te lo agradezco mucho!
–Agradécemelo
ahora, porque dentro de dos años ya no tendrás voz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario