Ednodio Quintero
Permanece estirado, boca arriba, sobre la
estrecha cama de madera. Con los ojos apenas entreabiertos busca, en las
extrañas líneas del techo, el comienzo de un camino que lo aleje de su
perseguidor. Durante noches enteras ha soportado el acoso, atravesando praderas
de yerbas venenosas, vadeando ríos de vidrio molido, cruzando puentes frágiles
como galletas. Cuando el perseguidor está a punto de alcanzarlo, cuando lo
siente tan cerca que su aliento le quema la nuca, se revuelca en la cama como
un gallo que recibe un espuelazo en pleno corazón. Entonces el perseguidor se
detiene y descansa recostado a un árbol, aguarda con paciencia que la víctima
cierre los ojos para reanudar la cacería.
No hay comentarios:
Publicar un comentario