Paz Monserrat Revillo
He
vuelto a soñar que estaba embarazada. Esta vez paría a un niño diminuto y
delicado como una miniatura de porcelana.
Al principio estaba muy contenta con mi hijito. Me
cabía en la palma de la mano. Lo acunaba protegiéndole con el pulgar y el
meñique y lo duchaba con la leche que salía por los agujeritos de una regadera
de metal antigua. La inclinaba con cuidado para conseguir una lluvia suave, un
chirimiri de leche que no arrastrara a la criatura, que no lo disolviera como
un terrón de azúcar. El niño, todavía sin fuerzas para llorar, gesticulaba con
todo su cuerpecillo y hacía pucheros con las pestañas empapadas y los morritos
perlados de burbujas blancas. Después lo secaba y lo depositaba en el hueco que
hay entre el colchón y el cabezal de mi cama, sobre un pañuelo de hilo. Y me
iba a hacer mis tareas. Pero sólo un momento. Enseguida volvía al escondrijo
para comprobar si respiraba.
En una de las visitas habían entrado por la ventana
dos mariposas de color naranja con inquietantes ocelos negros. Enredadas en
plena danza nupcial, copulaban como dos abanicos frenéticos. Para proteger al
nene de las corrientes de aire, lo he metido dentro de un dedal y he vuelto a
mis obligaciones. Al volver al dormitorio para comprobar si dormía me ha
parecido ver los cuartos traseros de una hiena desapareciendo por una esquina
del pasillo. No le he dado mayor importancia, parece que el animal habitaba mi
sueño con naturalidad. El caso es que el dedal todavía giraba desorientado y
vacío en el suelo al entrar en la habitación, y las mariposas se habían
convertido en orugas torpes y ciegas que ya empezaban a segregar hilos de seda
entre la colcha y la almohada.
Cuando he despertado, la culpa por haber abandonado
a mi bebé se me hacía insoportable, todos esos animales continuaban
persiguiéndose dentro de mi cabeza, y ni rastro del niño. Me he incorporado un
poco, con el cuerpo preñado de imágenes afiladas como colmillos, he respirado
hondo y he procedido a dar a luz de nuevo un texto, como hago cada vez que
sueño una gestación.
Pujo con decisión y noto cómo por fin se vierten
afuera las ideas transformadas en algo diferente. Las contemplo embelesada, las
limpio, las desinfecto y las visto con tejidos claros. Junto las palabras, las
templo, las ordeno y me pregunto con arrobo maternal si esta vez sobrevivirá la
frágil criatura.
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