Julio Cortázar
Ahora
que se va poniendo viejo se da cuenta de que no es fácil matarla.
Ser una hidra es fácil pero matarla no,
porque si bien hay que matar a la hidra cortándole sus numerosas cabezas (de
siete a nueve según los autores o bestiarios consultables), es preciso dejarle
por lo menos una, puesto que la hidra es el mismo Lucas y lo que él quisiera es
salir de la hidra pero quedarse en Lucas, pasar de lo poli a lo unicéfalo. Ahí
te quiero ver, dice Lucas envidiándolo a Heracles que nunca tuvo tales
problemas con la hidra y que después de entrarle a mandoble limpio la dejó como
una vistosa fuente de la que brotaban siete o nueve juegos de sangre. Una cosa
es matar a la hidra y otra ser esa hidra que alguna vez fue solamente Lucas y
quisiera volver a serlo. Por ejemplo, le das un tajo en la cabeza que
colecciona discos, y le das otro en la que invariablemente pone la pipa del
lado izquierdo del escritorio y el vaso con los lápices de fieltro a la derecha
y un poco atrás. Se trata ahora de apreciar los resultados.
Hm, algo se ha conseguido, dos cabezas
menos ponen un tanto en crisis a las restantes, que agitadamente piensan y
piensan frente al luctuoso fato. O sea: por un rato al menos deja de ser
obsesiva esa necesidad urgente de completar la serie de los madrigales de
Gesualdo, príncipe de Venosa (a Lucas le faltan dos discos de la serie, parece
que están agotados y que no se reeditarán, y eso le estropea la presencia de
los otros discos. Muera de limpio tajo la cabeza que así piensa y desea y
carcome). Además es inquietantemente novedoso que al ir a tomar la pipa se
descubra que no está en su sitio. Aprovechemos esta voluntad de desorden y tajo
ahí nomás a esa cabeza amiga del encierro, del sillón de lectura al lado de la
lámpara, del scotch a las seis y media con dos cubitos y poca soda, de los
libros y revistas apilados por orden de prioridad.
Pero es muy difícil matar a la hidra y
volver a Lucas, él lo siente ya en mitad de la cruenta batalla. Para empezar la
está describiendo en una hoja de papel que sacó del segundo cajón de la derecha
del escritorio, cuando en realidad hay papel a la vista y por todos lados, pero
no señor, el ritual es ése y no hablemos de la lámpara extensible italiana
cuatro posiciones cien vatios colocada cual grúa sobre obra en construcción y
delicadísimamente equilibrada para que el haz de luz etcétera. Tajo fulgurante
a esa cabeza escriba egipcio sentado. Una menos, uf. Lucas está acercándose a
sí mismo, la cosa empieza a pintar bien.
Nunca llegará a saber cuántas cabezas le
falta cortar porque suena el teléfono y es Claudine que habla de ir co-rrien-do
al cine donde pasan una de Woody Allen. Por lo visto Lucas no ha cortado las
cabezas en el orden ontológico que correspondía puesto que su primera reacción
es no, de ninguna manera, Claudine hierve como un cangrejito del otro lado,
Woody Allen Woody Allen, y Lucas nena, no me apurés si me querés sacar bueno,
vos te pensás que yo puedo bajarme de esta pugna chorreante de plasma y factor
Rhesus solamente porque a vos te da el Woody Woody, comprendé que hay valores y
valores. Cuando del otro lado dejan caer el Annapurna en forma de receptor en
la horquilla, Lucas comprende que le hubiera convenido matar primero la cabeza
que ordena, acata y jerarquiza el tiempo, tal vez así todo se hubiera aflojado
de golpe y entonces pipa Claudine lápices de fieltro Gesualdo en secuencias
diferentes, y Woody Allen, claro. Ya es tarde, ya no Claudine, ya ni siquiera
palabras para seguir contando la batalla puesto que no hay batalla, qué cabeza
cortar si siempre quedará otra más autoritaria, es hora de contestar la
correspondencia atrasada, dentro de diez minutos el scotch con sus hielitos y
su sodita, es tan claro que le han vuelto a crecer, que no le sirvió de nada
cortarlas. En el espejo del baño Lucas ve la hidra completa con sus bocas de
brillantes sonrisas, todos los dientes afuera. Siete cabezas, una por cada
década; para peor, la sospecha de que todavía pueden crecerle dos para
conformar a ciertas autoridades en materia hídrica, eso siempre que haya salud.
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