miércoles, 13 de marzo de 2024

Insomnio

José Ángel Barrueco

 

Poco después de conocernos, la chica me contó la historia de Eurídice, mito que responde a la irreversibilidad de la muerte. Confesó que padecía insomnio y que sólo durmiendo una noche en los cementerios (por algún siniestro morbo le atraía ese jeroglífico de cruces, cipreses y túmulos) podría curarse.

La acompañé hasta allí y nos tendimos sobre las tumbas.

Eurídice, como la llamo ahora, sanó de su insomnio, pero yo me convertí involuntariamente a esa región de las vigilias, no por el miedo sufrido entre aquellas tinieblas, sino por el hechizo de verla cerrar los ojos y entregarse al sueño, con una dulzura tal que su cuerpo pareció derramarse en mis brazos.

Esa imagen de su hermosura, poética y macabra, me convence, a la hora de acostarme, de lo irreversible de mi condición de insomne: como necesito imaginarla, jamás duermo.

 

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