Hipólito G. Navarro
Los del piso de arriba están ya a punto de
echarlo de su casa –se la tienen sentenciada desde hace meses: taconeos,
portazos, lo peor las incomprensibles bolas rodadoras de madrugada– cuando se
pone en venta el piso que pisa a los vecinos de arriba. Lo compra. Le va a dar
la vuelta a la tortilla. Lo primero es comprar la bolsa de canicas. Por
asociación de ideas o de recuerdos, comprar también un trompo. Minutos después
se ve adquiriendo el álbum y los sobres de cromos. Dos bolsitas de chuches
surtidas. Y ya en otra tienda, se comprende, le viene su nombre en inglés,
Peter, y compra el apellido: cinco vienas y dos bollos, ciento setenta, y mira
la manera mejor de esconder las monedas de la vuelta a ese tipo que salió de
casa hecho una furia a comprar los artilugios para vengarse de unos vecinos que
ahora se acuerda y se frota las manos quedan debajo y se van a enterar, vaya
lapsus.
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