Ednodio Quintero
Despertó
sobresaltado. Se miró las uñas sorprendiéndose de encontrarse vivo luego de
feroz combate. Conservaba una noción un tanto vaga acerca de las oscuras
motivaciones de la huida. Salto gigantesco hacia un lado, irremediablemente
otro lado, norte quizá. Zona vedada a su desgarramiento.
Al regreso del cafetín, todavía con el amargor en
los labios, continuaba golpeándole la imprecisa, insatisfecha, ansia de
entender. Algo de culpa en el involuntario, casi imperceptible, movimiento en
sus manos, garras. Inesperado brillo en el oscuro rincón de su mente
aletargada. No. Negado cambio de planes. Corrió. Exhausto llegó frente al
espejo maldito, puerta entreabierta hacia su naciente locura. Suavemente pasó
la mano sobre la superficie lisa, engañadoramente húmeda: no hubo
correspondencia.
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