Julio Cortázar
En
una película documental y yugoslava se ve cómo el instinto del pulpo hembra
entra en juego para proteger por todos los medios a sus huevos, y entre otras medidas
de defensa organiza su propio camuflaje amontonando algas y disimulándose tras ellas
para no ser atacada por las murenas durante los dos meses que dura la incubación.
Como todo el mundo, Lucas contempla antropomórficamente
las imágenes: el pulpo decide protegerse, busca las algas, las dispone
frente a su refugio, se esconde. Pero todo eso (que en una primera tentativa
de explicación igualmente antropomórfica fue llamado instinto a falta de
mejor cosa) sucede fuera de toda conciencia, de todo conocimiento por rudimentario
que pueda ser. Si por su parte Lucas hace el esfuerzo de asistir también como desde
fuera, ¿qué le queda? Un mecanismo, tan ajeno a las posibilidades de su empatía
como el moverse de los pistones en los émbolos o el resbalar de un líquido por un
plano inclinado.
Considerablemente deprimido, Lucas se dice
que a esas alturas lo único que cabe es una especie de intrapolación: también esto,
lo que está pensando en este momento, es un mecanismo que su conciencia cree comprender
y controlar, también esto es un antropomorfismo aplicado ingenuamente al hombre.
“No somos nada”, piensa Lucas por él y por
el pulpo.
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