René Avilés Fabila
En mi sueño, esa hermosa
mujer, alta y esbelta, de sedoso cabello negro, misteriosa, acepta mi
conversación. Hablamos de pintura. Al poco tiempo hacemos el amor. Luego, en un
edificio extraño, bajamos por unas escaleras eléctricas muy largas. Avanza más rápido
que yo. En la medida en que se aleja de mí presiento peligro y trato de
alcanzarla. Entre nosotros hay dos jóvenes, uno saca el revólver y le dispara;
la mujer cae al suelo e inútilmente trato de auxiliarla. El otro tipo también
la balea. La sostengo en mis brazos y veo cómo desaparecen los criminales. Al
despertar sé que ella me amaba y la echo de menos, necesito verla. No quiero
averiguar por qué la mataron, tampoco siento ningún deseo de venganza. Tan sólo
aguardo con ansiedad las noches para dormir y estar en posibilidades de soñar
con la enigmática mujer, evitar que la asesinen y de tal forma extender nuestra
pasión, que fue violenta y que fue dulce.
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