Aparicio Erasmo de Aguilera
–No me digas que Pedro
también…
–Ayer a la tarde. No se la esperaba nadie. Viste
que Pedro no tenía problemas.
–Es cierto. Pero dicen que le llega a todos:
ricos, pobres, tristes, felices.
–Haberlo sabido cuando se fue tu mamá. ¿No?
–¡Claro! ¡No nos hubiéramos hecho tanto drama!
¿Cómo es que dicen? Mal de muchos…
–¿Y tu empleo, bien?
–Se fue el jefe. Ayer a la mañana, dicen que le
vino el llamado. Saludó a todos y se fue. Le pidió a Sosa que lo acompañe.
Fueron hasta la Costanera Norte y Sosa se volvió en el mismo taxi. Dicen que
estaba muy tranquilo. Un angelito.
–Todos igual. Parece que ya son millones en todo
el mundo.
–Un científico suizo dice que es un gen para
evitar la superpoblación.
–Suena lógico.
–¿Si te viene el llamado tú qué haces?
–¡Qué se yo! Creo que le aviso a mi familia, a
los amigos. ¿Y tú?
–Lo mismo. ¿Viste ese pájaro? Tenía la cabeza
roja.
–¿Qué te pasa, viejo? ¿Desde cuándo te fijas en
algo que no sea el dinero? ¿No te estará pasando algo raro, no?
–No hagas bromas. ¿Quieres? Me llamó la atención
el pajarito, y nada más. ¡Mira si voy a ser uno de los elegidos!
–A cualquiera le puede tocar. ¿Está linda la
ciudad, no? La gente parece más tranquila.
–¿Que la gente qué? ¡Si están todos locos! ¡Me
parece que a ti sí te está pasando algo!
–¿Sentiste la ola?
–¿Qué ola?
–La de recién. Cuando miraste para allá, me
levantó del piso.
–¡Déjate de bromas, que estoy bastante paranoico!
–¿Bromas? ¿Y el aroma? ¡Dime si es broma!
–Tienes razón. ¡Qué perfume! Esto es hermoso.
¡Nunca me sentí así en mi vida!
–Oye, es el llamado. Mándale un saludo a mis
conocidos.
–Espera, que yo también lo tengo. El autobús
cuarenta y cinco nos deja bien.
–Si. Allí viene. Lástima que no tengo una mochila
como la tuya, para ponerle piedras.
–Pero te puedes llenar los bolsillos del
sobretodo. Y con esas botas, te vas derecho al fondo.
–Oye, qué lindo se ve todo. ¡Qué paz!
–Estamos llegando. Mira, está lleno de gente.
–Están despidiendo a los que se van. ¡Qué hermoso
está el río!
–¿Nos tiramos juntos, no?
–¡Como no, compañero!
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