Adriana Verónica Pérez Miranda
Otro día queda atrás. En esta noche apacible haces lo que acostumbras, te
contemplas al espejo y te devuelve una imagen que te agrada… piensas: “Bonito
cuerpo”, pero la que está más allá en el fondo del reflejo… camina etérea… desnuda…
libre… a la orilla de un risco, el viento juega con su cabello, levanta los brazos
hacia el firmamento que está plagado de estrellas. La luna llena aparece, palidece
su cuerpo. ¿Quién es la real? ¿Tú que estás aquí, en cautiverio, o, en esta nocturna
escapada, aquella del Sensual Reflejo? ¿Caminas a la orilla de un sueño?
¿Estás hechizada por un erótico deseo? La silueta de un atractivo Extraño
se dibuja en la luna. Él busca… ella lo presiente… la encuentra… lo ansía… llega
a ella desnudo, con una rosa amarilla… ella lo mira… él la desea… ella lo besa…
él la acaricia… liba sus pechos… muerde su cuello… tiemblan sus piernas… palpan
sus cuerpos… hunde sus dedos… cierra sus manos, acaricia su falo… lenguas húmedas
la piel… besos profundos… muerden sus labios… la penetra con brío… sus gemidos lo
calcinan… sus caderas la acometen… se aletarga… desfallece… se agazapa… la profana…
sus ojos se buscan… sus miradas encuentran… la succiona… lo engulle… él es el seis…
ella es el nueve… se menean… se tensan… ya no resisten… las caricias de su boca
lo enloquecen… jadean… los movimientos de su lengua la estremecen… su suave clítoris
extasiado… su rígido pene extenuado… en orgasmo febril del amor apasionado… se entregan
al unísono los exquisitos sabores de sus salitrosas mieles…
Esa noche no sólo yo tuve un sueño húmedo… un Extraño
Reflejo me acompañó.
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