Aparicio Erasmo de Aguilera
–Entonces usted me llenó
la ficha personal. Muy bien. Todo completo. Perfecto. Vamos a hacer ahora un
cuestionario, para terminar. ¿Cuál es su peso, señora?
–Ochenta y nueve kilos. Le quería dar las gracias
a su empresa, que toma gente como yo, que no tengo una presencia impecable. ¡La
verdad que están haciendo un gran bien! Además están tomando mucha gente. Desde
que abrió Empanadas “La Sorpresa”, en el barrio hay mucho más movimiento.
–Seguro. Es mucha gente. Dígame: ¿Alguna
enfermedad que recuerde?
–Ninguna. Gracias a Dios, salud nunca me faltó.
–¿Puede ingresar ahora mismo?
–¡Cómo no! Debería solamente llamar a mi casa,
para avisar que estoy aquí, para que se queden tranquilos.
–¿Es decir que no saben que usted vino?
–No saben. Porque fui a varios lugares hoy.
–Perfecto. Hagamos una cosa. Usted váyase a
Producción, al final del pasillo, con esta ficha.
–Quisiera llamar a casa primero.
–Olvídese de eso. Se les avisará.
–¿Seguro? Bueno, muchas gracias, señor García.
–No es nada. Vaya nomás. ¡El que sigue! ¿Tiene la
ficha? Perfecto. Señor López, le tengo que hacer unas preguntas: ¿Cuánto pesa?
–Noventa y tres kilos.
–¿Alguna enfermedad que recuerde?
–No, ninguna.
–Muy bien. ¿Usted puede empezar ahora mismo?
–Sí. Lo único que le pediría es poder llamar a mi
casa para avisar que estoy en Empanadas La Sorpresa. La verdad es que me
contaron que ustedes toman cientos de personas por semana, pero no me imaginé
que me iban a incorporar tan rápido, así que no le comenté nada a mi esposa.
–¿No saben que usted vino?
–No. Cuando salí hoy, ni tenía los avisos
clasificados.
–Perfecto. Hagamos una cosa. Usted vaya a
Producción, al final del pasillo, con la ficha, que nosotros avisamos.
–¡Gracias! ¡Qué suerte! ¡Yo pensaba que como
había tanta gente, me iba a ser difícil conseguir trabajo! ¿Entran muchos, no?
Yo escuché mil por semana.
–Sí, es verdad.
–¡Hasta luego, señor García! ¿Es por allá, no?
–Sí, donde dice Producción. ¡El que sigue! ¿Tiene
la ficha? Bien… María… ¿cuánto pesa?
–Ochenta y dos.
–¿Alguna enfermedad?
–Ninguna, por suerte. ¡Si ya bastante desgracia
tengo con no tener trabajo! Suerte que dicen que Empanadas “La Sorpresa”
siempre toma gente. ¿Es cierto que la cola es así todo el tiempo? ¡Porque tiene
como tres cuadras!
–Depende de la demanda. Si se vende más, se toma
más gente.
–Y dicen que toman a casi todos. ¿Es cierto,
señor?
–Mientras estén sanos. Dígame, María: ¿Usted
puede empezar ahora?
–No tengo problemas. Igual en casa saben que vine
y dan por sentado que puedo empezar hoy.
–¡No me diga que ya saben que usted está aquí!
–Claro. Ni hace falta que llame.
–Entiendo. Me olvidaba de algo. ¿Sabe
computación?
–¿Yo? ¡No! Si apenas terminé la primaria. ¡Pero
el aviso no decía nada de computación!
–Es que cada vez se necesitan más conocimientos,
en este mundo tan competitivo. ¿Sabe trigonometría cuántico percentílica?
–No.
–¿Habla finlandés o maorí?
–No.
–Entonces vamos a hacer una cosa. Déjeme la
ficha, que la vamos a llamar más adelante. ¡Gracias por venir!
–Pero señor García, yo…
–¡El que sigue! A ver, usted se llama…Gerardo.
Muy bien. ¿Cuánto pesa?
–Noventa kilos.
–¿Recuerda alguna enfermedad?
–Nada importante. Estoy saliendo de una
intoxicación con palmitos en mal estado, pero enfermedades no recuerdo ninguna.
–¡Intoxicación! No, entonces va a tener que
esperar. Cuando se cure, venga que le vamos a hacer un chequeo para asegurarnos
de que esté limpio.
–Pero no entiendo. ¿Qué tiene que ver mi
intoxicación con mi capacidad de trabajar?
–En Empanadas “La Sorpresa” tomamos solamente
gente en perfecto estado de salud, para garantizar la impecable calidad de
nuestro producto. Política de la empresa.
–¡Pero si hace cinco minutos tomaron a una mujer
ciega! ¿De qué me habla, señor García?
–¡Eso es otra cosa! No altera la calidad del
producto. Cuando se cure, vuelva. Ahora no puedo seguir hablando con usted,
pues la producción está creciendo y hay que hacer entrar mucha gente. ¡El que
sigue!
–Hola, tío.
–¿Y tú qué haces aquí, Ricardo?
–¿Cómo qué hago? Vine a buscar trabajo. Me
contaron que toman mucha gente.
–Pero a tí no te conviene. ¡No voy a permitir que
entres a trabajar a esta empresa!
–Pero tío: ¿Qué estás diciendo? ¡Si dicen que tú
ganas mucho dinero trabajando en esta empresa! En el barrio todos te conocen
por “el potentado García”. ¡Yo también quiero progresar!
–Ricardo, yo te quiero mucho. Sabes que yo
siempre te cuidé. Cuando en tu casa faltó dinero, yo les ayudé. Y siempre te di
buenos consejos. Bueno. Ahora te digo que no te conviene entrar aquí. Algún día
te voy a explicar todo. Por ahora, créeme: ¡No es bueno que entres en esta
empresa!
–No entiendo nada, tío. En serio.
–¿A tí no te parece raro que la empresa tome mil
personas por semana? ¡Y no despide a nadie! ¿No te resulta sospechoso? Piensa
un poco. Usa la imaginación. Empanadas “La Sorpresa” toma miles de personas por
mes, y no despide a nadie. ¿Entonces? Si miras bien, verás que en la planta no
hay tanta gente. Piensa.
–¿Sospechoso? No logro entender. Yo sólo quiero
trabajar.
–¡Es que no te toman para trabajar! ¿No
entiendes?
–¡García! ¿Qué pasa con el ingreso de los
recursos humanos? ¿Estamos retrasados?
–No, señor gerente. Ya continúo. Tuve un percance
con un candidato, que ya se solucionó.
–¿Qué percance, tío? ¡Si yo no tengo ningún
problema de salud, ni nada!
–¿Escuché bien, García, o es mi imaginación?
¿Usted intenta rechazar un recurso humano que está en buenas condiciones de
calidad, justo ahora que sube la producción?
–No, señor gerente, es un malentendido… es que es
mi sobrino y…
–¿Y qué tiene que ver, García? ¿Acaso usted no
está orgulloso de Empanadas “La Sorpresa”?
–¡Orgulloso un cuerno! ¡A mi sobrino no!
–¿Ah, no? ¡Vamos a ver si no! Usted, el sobrino:
¡Vaya nomás a Producción!
–¡Gracias, señor gerente!
–¡De nada! ¡Seguridad! ¡Guardias!
–¡Sí, señor gerente!
–¡Detengan a García inmediatamente!
–¿Lo echamos a la calle, señor gerente?
–¡No! ¡Llévenlo a Producción!
No hay comentarios:
Publicar un comentario