Adriana Verónica Pérez Miranda
A
pesar del tiempo siempre habrá algo que aprender en la vida, yo estoy en
proceso de reencontrarme, pues después de una guerra viene la paz y ése es el
mejor momento para preguntarme si debo recuperar lo que aún es rescatable del
estado de demolición en que me encuentro o soltar todo para gozar plenamente de
esta nueva etapa en mi vida, caminando en solitario, pero no sola.
Encuentro complicado saber en este
instante qué es mejor para mí, qué rumbo tomará mi vida, o si deseo… ¡mmm! ¡Eso
sí lo deseo! Tengo en mente muchas cosas, pero hoy no quiero pensar en ellas.
Las opciones: dormir temprano o tomar un baño de tina.
Hace mucho que no lo hago, siempre pongo
un pretexto encima de otro para evitarlo. Hoy me consiento. Abro la llave y el
agua brota como una sonora carcajada cristalina. Coloco las velas aromáticas
alrededor de la tina, las enciendo y percibo el agradable aroma a limón al
igual que el incienso de sándalo. Esparzo un poco de sales para baño y una
generosa porción de burbujas para tina con fragancia de lavanda, agito
levemente el agua para diluirlas. Extiendo una toalla en el piso a un lado de
la tina, mi albornoz y toallas en el perchero, el agua fluye y cubre de un
cálido vapor el espejo. Sólo queda el toque final, disemino pétalos de rosas
amarillas sobre el agua.
Con las cadenciosas notas de Contigo,
sin ti, de U2, me desnudo, admiro mi reflejo sensual y lentamente me
sumerjo en la tina. El agua se apodera de mi piel y el calor es como un grato
abrazo a mi cuerpo. Me quedo quieta, con los ojos cerrados, para disfrutar mi
improvisado SPA. Respiro el aroma a limón, paladeo el jabón de lavanda,
acaricio la burbujeante espuma e imagino la luz emanar de las velas en sensual
danza; mi llama interna comienza a encenderse. Deslizo una esponja por mi intimidad
y el suave roce aviva mi erotismo, todos mis sentidos estallan liberando mi
garganta y escucho mis gemidos, las humedades se mezclan y me sumerjo
completamente en el agua. Al emerger siento la deliciosa caricia de los pétalos
en mi cara y mi pecho. Relajada salgo de la tina, me cubro con el albornoz y me
recuesto en la cama.
Estoy tan excitada que no logro conciliar
el sueño, percibo el aroma de las rosas amarillas y comienzo a contar
borreguitos para dormir: un borreguito… Dos borreguitos… Tres borreguitos… Tu
mirada… Tus labios… Tu cuerpo.
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