Armando José Sequera
Júrenos que, si despierta, no se la va a llevar –pedía
de rodillas uno de los enanitos al Príncipe, mientras éste contemplaba el
hermoso cuerpo en el sarcófago de cristal–. Mire que, desde que se durmió, no
tenemos quién nos lave la ropa, nos la planche, nos limpie la casa y nos cocine.
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