Guillermo Velásquez Forero
“Comprendí que todos pertenecían al mismo clan, que todos eran devoradores
de hombres”.
Lu Sin
Para subsistir, un hombre tenía que vender su sangre, también vendía mensualmente
sus células sexuales a un banco de semen, su dentadura completa fue a parar a un
laboratorio de reimplantes dentales, varias veces le desollaron el culo porque tuvo
que vender la piel glútea a una clínica de injertos; cuando la crisis económica
se agravó, la necesidad lo obligó a vender un riñón y un ojo. Después, negoció los
huesos de una pierna y un brazo y varias costillas, logró venderlos a buen precio.
Y el hombre continuó mutilándose sin piedad, traficando con sus órganos vitales,
haciendo de su cuerpo una carnicería ambulante. Al final, el hombre puso en venta
sus excrementos, pero pese a los grandes avances científicos y a tantas reformas
políticas, la mierda humana no había adquirido valor de cambio, aún no se apreciaba
como mercancía debido a que los pobres también la producían.
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