viernes, 19 de enero de 2024

Borrador para un informe sobre la Brigada de la Realidad

Antonio Muñoz Molina

 

Sé que arriesgo lo que queda de mi prestigio profesional y que mi equilibrio psíquico tal vez no sobreviva intacto a la investigación en medio de la cual me encuentro, pero aun así creo que estoy en condiciones de afirmar como seguro lo que hasta ahora era un rumor, una leyenda, una hipótesis desmentida por muchos, entre ellos, principalmente, alguno de los afectados: la Brigada de la Realidad existe, la Brigada de la Realidad se encuentra entre nosotros y actúa, no con regularidad ni desde luego a la luz pública, pero sí con una casi omnipresencia que yo me atrevería a calificar de aterradora, y con una amplitud y sofisticación de medios a su alcance que la vuelve tan invencible (tan ineludible) como indetectable.

No deja rastros involuntarios porque su pulcritud es tan perfecta como su instantaneidad, pero a veces sí indicios de su paso, marcas que indican su responsabilidad en algunos hechos increíbles. No es exactamente habitual, pero sí frecuente, que aparezcan en la vivienda, o en la ropa, o en algún objeto muy personal de un abducido las ya temidas iniciales “B.R.”, o bien un acrónimo que yo no he llegado a ver nunca, pero que es algo parecido a “BRIDAD” o a “BREAL”. Sobre lo que no hay la menor duda es sobre el lema o contraseña que rige todas sus actuaciones, y que, según parece, está inscrito en los uniformes de algunos de sus miembros. Según algunos testimonios, en la espalda, a modo del letrero de un chándal; según otros, en la visera de las gorras, que son negras y de cuero, con unas orejeras voluminosas que tal vez oculten los micrófonos a través de los cuales dichos miembros reciben instrucciones. Más de un abducido no olvidará nunca más esa contraseña: “Del dicho al hecho”.

El uso de la palabra abducidos es, por supuesto, ocurrencia mía, y, que yo sepa, no tiene nada que ver con el lenguaje interior de la organización, lenguaje del que por lo demás ni yo ni nadie tenemos más que indicios. Me parece, sin embargo, una palabra muy útil, que tiene la ventaja de aludir a situaciones que, si bien disparatadas y fantásticas, guardan cierta semejanza con las actividades de la Brigada de la Realidad. Para explicarme usaré un ejemplo, uno de los casos más completos que he llegado a conocer, y del que guardo una carpeta en mi archivo (archivo informático y encriptado, por supuesto, pero me temo que no por eso menos vulnerable a las pesquisas de la BR que una anticuada carpeta en un armario metálico). Daré sólo iniciales, más que nada por respeto a la intimidad de los afectados, casi todos ellos personas de alta relevancia política o intelectual.

El conocido columnista y crítico cinematográfico XX se encontraba, como todos los días, participando en su tertulia de la emisora ZZ, en la cual se viene distinguiendo por el radicalismo de sus opiniones y la crudeza de su lenguaje, que le ha ganado gran número de adeptos, así como una fama de sujeto auténtico y visceral que ha aumentado mucho su cotización entre los directivos de las emisoras, siempre ávidos de tener en nómina a un garbanzo negro, a un provocador. Ese día en concreto, el columnista y crítico XX, enemigo furibundo de las hipocresías de la democracia burguesa, declaró en los micrófonos que el sistema político actual era la misma mierda (sic) que el régimen franquista. Apenas salió de la emisora, unos hombres uniformados de negro (o de gris oscuro, o de azul marino) lo rodearon con suavidad, lo introdujeron en un vehículo que, según recuerda, era muy raro y extraordinariamente silencioso, y unos minutos después XX, sin saber cómo, se vio corriendo por una avenida de la Ciudad Universitaria de Madrid, y, al volver la cabeza, sin saber la razón de su velocidad ni de su pánico, vio que unos guardias (éstos sí que de indudable gris) se arrojaban sobre él gritándole toda clase de insultos, y golpeándolo con unas porras de goma que le laceraban la espalda, la nuca, la parte trasera de las piernas. Como un guiñapo lo tiraron al interior de un jeep, donde otros guardias le dieron patadas en el pecho y en la cara, y un instante después se encontró en una celda, tiritando de frío, con la sensación de llevar allí encerrado mucho tiempo. Oyó gritos muy cerca: alguien estaba siendo torturado. Se abrió la puerta de su celda, y XX sintió que le flaqueaban las piernas cuando unos guardias le pusieron unas esposas y le dijeron con sádico cachondeo que ahora se iba a enterar de lo que valía un peine. En el despacho donde le hicieron entrar había un retrato del general Franco y un calendario de marzo de 1973.

Lo que ocurrió a continuación, XX no puede tampoco explicarlo: cuando la mano abierta de un policía de paisano se acercaba a su cara empezó a temblar y a llorar suplicando que no le pegaran, cerró los ojos y, al abrirlos, estaba otra vez en la puerta de su emisora: le dio tiempo a ver a los hombres vestidos de negro o de azul marino con las gorras de cuero con orejeras y viseras cortas haciéndole una señal mientras subían a su bólido o artefacto volador de forma aerodinámica y con las iniciales “B.R.” en los laterales.

He oído (pero no puedo asegurarlo) que un célebre tribuno nacionalista al que daré las iniciales JK sufrió una abducción semejante, minutos después de declarar que los presos de su nacionalidad, miembros de una también célebre organización terrorista o patriótica, se encontraban “en cárceles de exterminio”. La Brigada de la Realidad actuó con una rapidez aún más instantánea de lo que es habitual en ella, y el tribuno JK se encontró preso, durante unos minutos que para él equivalieron a semanas, en un lugar como el que describían sus palabras, una celda no se sabe si de la Gestapo o de la NKVD: se habrá observado que este tribuno últimamente mide un poco más sus palabras, sin duda temiendo que otra vez la BR ponga en práctica su lema y las convierta en hechos, lugares y sensaciones tangibles.

¿Qué tecnologías de última generación, qué propulsores o generadores de realidad virtual se manejan en los laboratorios de la BR, qué sistemas de espionaje le permiten estar al tanto de las afirmaciones que ponen en marcha los mecanismos fulminantes de su intervención? El sentido del espacio y del tiempo de los abducidos sufren en segundos distorsiones radicales. Provisionalmente, mi teoría es ésta: quizá en los laboratorios de esta organización se ha encontrado un método no de intervenir desde fuera, sino de provocar que estallen los núcleos de realidad que tienen las palabras, generando algo parecido a la explosión en cadena originada por la fusión del átomo…

Examinemos el caso del filósofo, gastrónomo y premio Nobel ZV, tan famoso por su afición a los restaurantes y a los hoteles de lujo como por su amistad con Fidel Castro y su propagandismo permanente en defensa del actual régimen cubano. Invitado por un amigo español, empresario y diplomático, el mencionado ZV se disponía a degustar en el restaurante Zalacaín de Madrid una langosta thermidor, al mismo tiempo que ponía en ridículo a los opositores a Fidel (él le llama así) y elogiaba el sistema económico-cubano, comparándolo ventajosamente con las corruptas democracias europeas. Un testigo presencial (que no me deja repetir su nombre) advirtió que los camareros, en vez de la tradicional chaquetilla blanca, llevaban raros uniformes negros muy ceñidos. Otra persona, que también me ruega que respete su anonimato, vio que la langosta desaparecía del plato del filósofo, y que cuando éste quiso hincar el tenedor, lo que encontró fue una ración de fríjoles duros, con briznas de cerdo seco y un pegote de arroz con sabor a petróleo, elementos todos, según se comprobó después, de la dieta de un trabajador cubano sin acceso a las ventajas del dólar. Escandalizado, ZV se marchó del restaurante y se dirigió a la limusina con la que habitualmente se mueve por Madrid: le dio tiempo a ver que desaparecía conducida por un individuo con una gorra de orejeras, y en su lugar encontró una bicicleta vieja, réplica exacta de las que conducen para ir a su trabajo algunos de los actuales beneficiarios del sistema político y social tan celebrado por el mencionado gastrónomo, que se vio forzado a pedalear sobre ella durante aproximadamente media hora, en el calor de julio de Madrid…

Acopio datos, recojo indicios dispersos que para observadores menos atentos que yo (algunos dirán que menos paranoicos) son meras circunstancias de la casualidad. ¿Es casual que el conocido novelista BB, después de declarar en un curso de verano de la Universidad Complutense que lamentaba no haber sufrido nunca una enfermedad grave, “porque con las enfermedades es como mejor se hace la literatura”, es casual, digo, que minutos más tarde notara un dolor en el pecho, y que se le diagnosticara, al día siguiente, un cáncer de pulmón? Tres días más tarde recibió un nuevo diagnóstico que anulaba al primero, pero junto a la firma del médico estaban las iniciales “B.R.”, y podía verse, muy borrosa, una frase ya familiar a estas alturas de mi informe: “Del dicho al hecho”.

Soy consciente de lo que me juego al redactar este informe, y cada noche me desvelo repasando febrilmente declaraciones mías antiguas, temiendo que en cualquier momento aparezca el conocido bólido silencioso, y salgan de él los hombres de negro, con las gorras de visera corta y orejeras redondas, con la temible determinación de volver reales las palabras. Aprovecho estas páginas para solicitar a los lectores cualesquiera datos, indicios o testimonios de actuaciones de la BR de las que hayan tenido noticia. Tiemblo de miedo. No podré dormir esta noche, ni mañana. Acabo de acordarme de que una vez declaré, cuando era más joven y vacuo, en una entrevista que me hicieron, que lo más heroico para un escritor era morir de cirrosis, como un poeta maldito, o estragado por la mala vida, el alcohol y las drogas, como mi admirado Charlie Parker, del que precisamente escucho un disco, para levantarme el ánimo, mientras redacto a toda velocidad estas notas.

(Continuará, tal vez).

 

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