jueves, 18 de enero de 2024

Sopa de mariscos

Queta Navagómez

 

Tarantarán, tarán, tarán… se alejaron las bastoneras de armónicas curvas, sostén y calzoncito color turquesa. Ceremonioso, el presentador salió a la pista:

–¡Y ahora con ustedes: Druck, el fabuloso tragaespadas! –anunció.

Al ritmo de un tambor, Druck saludó con caravana y fue hacia su asistente. Ésta le dio una larga espada. Probaron el filo en un ramo de rosas que él se apresuró a segar. Luego, de frente al público, levantó el brazo armado, separó las piernas, flexionó rodillas, miró hacia arriba y abrió la boca.

–Vean, señoras y señores, cómo la punta de la espada rebasa la lengua y va hacia la garganta. Imagínense que pasa cosquilleando las glándulas parótidas y se interna en la faringe en busca del esófago. Ahora libra la válvula cardias y llega al estómago… Hoy Druck comió sopa de mariscos y la menea con la espada para que la digestión sea buena. ¡Aquí no hay truco! ¡Druck ha demostrado que es capaz de comer alambres de púas! ¡Un rabioso aplauso para quien así arriesga la vida! –solicitó el presentador.

Ya en su camerino, al tragaespadas, la alusión a crustáceos y moluscos le provocó antojo. Pidió a su asistente que saliera a conseguirle una sopa de mariscos grande.

La comía con placer cuando se tocó el cuello, luego el pecho y se desplomó, muerto.

La autopsia reveló que el paro respiratorio lo había provocado una espinita de pescado, atorada en su garganta.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario