Queta Navagómez
Hacía
calor y de pronto empezó a llover. El tintineo de las gotas de lluvia en la
ventana invitaba a Iván a dejar la aburrida tarea y salir a mojarse. Miró a
Saíd, su hermano gemelo, y le descubrió las mismas ganas. ¡Vamos, Saíd!, gritó.
Entre risas y carcajadas ambos se desprendieron de la ropa y, descalzos, sólo
con trusa y camiseta, corrieron al patio.
¡Qué tarde más hermosa! ¡Qué alegría
corretear a Saíd por todo el patio, lanzándole agua a jicarazos y luego huir,
perseguido por él! ¡Cuánta diversión puede causar la lluvia!
Cuánto dolor sentía la madre de Iván, al
verlo solo, entre carcajadas, jugando con nadie, porque el hermanito había
muerto meses atrás.
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