Queta Navagómez
¡Castigaré
tu soberbia y tu mal corazón! ¡Cada vez que abras la boca para decir algo,
saldrán de ella víboras!, sentenció aquella hada que solía disfrazarse de
limosnera.
La adolescente llegó llorando a su casa.
Al mirar los enormes ofidios que salían de la boca de su hija, la madre lloró
también.
Pero el llanto cesó, las lamentaciones se
acabaron y ambas se hicieron de una considerable fortuna, gracias a su próspera
fábrica de cinturones de auténtica y certificada piel de víbora.
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