Queta Navagómez
Echó
mano a todo tipo de argucias para convencerla de que viviera con él. Ella lo
pensó nuevamente y al fin aceptó, eso sí, dejando muy claras sus condiciones:
Quiero, le dijo, una casa alegre y soleada
que tenga un cuarto de baño amplio y una tina espaciosa. Además, en el patio deberás
construir tres albercas: una muy profunda, con fondo de arena y agua de mar,
donde crezcan algas, corales, esponjas, ostras… ¡Tú sabes cómo me gusta bucear!
Otra de agua tibia y cristalina, con peces de colores y estrellas de mar… La
tercera con tortugas, enormes caracolas y piedras en el centro donde tome el
sol y cante y me peine mientras espero tu regreso.
Él aceptó gustoso las condiciones.
En respuesta, la linda sirena le tendió
los brazos.
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