Gianni Rodari
–Érase una vez una niña que se llamaba Caperucita Amarilla.
–¡No, Roja!
–¡Ah!, sí, Caperucita Roja. Su mamá la llamó y le dijo:
“Escucha, Caperucita Verde…”
–¡Que no, Roja!
–¡Ah!, sí, Roja. “Ve a casa de tía Diomira a llevarle
esta piel de papa”.
–No: “Ve a casa de la abuelita a llevarle este pastel”.
–Bien. La niña se fue al bosque y se encontró una jirafa.
–¡Qué lío! Se encontró al lobo, no una jirafa.
–Y el lobo le preguntó: “¿Cuánto es seis por ocho?”
–¡Qué va! El lobo le preguntó: “¿A dónde vas?”
–Tienes razón. Y Caperucita Negra respondió…
–¡Era Caperucita Roja, Roja, Roja!
–Sí. Y respondió: “Voy al mercado a comprar salsa de
tomate”.
–¡Qué va!: “Voy a casa de la abuelita, que está enferma,
pero no recuerdo el camino”.
–Exacto. Y el caballo dijo…
–¿Qué caballo? Era un lobo.
–Seguro. Y dijo: “Toma el tranvía número setenta y cinco,
baja en la plaza de la Catedral, tuerce a la derecha, y encontrarás tres peldaños
y una moneda en el suelo; deja los tres peldaños, recoge la moneda y cómprate un
chicle”.
–Tú no sabes contar cuentos en absoluto, abuelo. Los
enredas todos. Pero no importa, ¿me compras un chicle?
–Bueno, toma la moneda.
Y el abuelo siguió leyendo el periódico.
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